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El Pan de Cada Dia

Miércoles, 30 de abril de 2025
Chequera de la Fe, Entrada Diaria
C. H. Spurgeon


La Recompensa del Vencedor

Al que venza, le daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe. (Apocalipsis 2:17)

Corazón mío, anímate a perseverar en la guerra santa, porque la recompensa de la victoria es grande. Hoy comemos del alimento celestial que cae sobre nuestros campamentos; el alimento del desierto, el alimento que viene del cielo, el alimento que nunca falta a los peregrinos a Canaán. Pero nos está reservado en Cristo Jesús un grado aún mayor de vida espiritual y un alimento para ella que, hasta ahora, está oculto a nuestra experiencia. En la urna de oro que se guardaba en el arca había una porción de maná escondida, que, aunque guardada durante siglos, nunca se echó a perder.

Nadie la vio jamás; Estaba escondido con el Arca de la Alianza, en el Lugar Santísimo. Así también, la vida suprema del creyente está escondida con Cristo, en Dios. Pronto llegaremos a ella. Al ser victoriosos por la gracia de nuestro Señor Jesús, comeremos del manjar del Rey y nos alimentaremos de exquisiteces reales. Nos alimentaremos de Jesús. Él es nuestro "maná escondido", así como el maná del desierto. Él lo es todo para nosotros, tanto en nuestra condición más alta como en la más baja. Nos ayuda a luchar, nos da la victoria y, por lo tanto, es nuestra recompensa. Señor, ayúdame a vencer.
Morning
"Y todos los hijos de Israel murmuraron."—Números 14:2.

Hay murmuradores entre los cristianos ahora, como los hubo en el antiguo campamento de Israel. Hay quienes, cuando cae la vara, claman contra la dispensación aflictiva. Preguntan: "¿Por qué estoy tan afligido? ¿Qué he hecho para ser castigado de esta manera?". Una palabra para ti, ¡oh murmurador! ¿Por qué murmuras contra las dispensaciones de tu Padre celestial? ¿Puede Él tratarte con más dureza de la que mereces? Considera lo rebelde que fuiste una vez, ¡pero Él te ha perdonado! Ciertamente, si Él en su sabiduría considera oportuno castigarte ahora, no deberías quejarte. Después de todo, ¿estás siendo castigado tan duramente como merecen tus pecados? Considera la corrupción que hay en tu pecho, y entonces te preguntarás por qué se necesita tanta vara para sacarla. Pésate y discierne cuánta escoria hay mezclada con tu oro; ¿y crees que el fuego es demasiado intenso para purificar tanta escoria? ¿Acaso ese espíritu orgulloso y rebelde no demuestra que tu corazón no está completamente santificado? ¿No son esas palabras murmuradoras contrarias a la santa sumisión de los hijos de Dios? ¿No es necesaria la corrección?


Pero si murmuras contra la disciplina, ten cuidado, porque será difícil para los murmuradores. Dios siempre castiga a sus hijos dos veces si no soportan el primer golpe con paciencia. Pero recuerda una cosa: «Él no aflige ni contrista voluntariamente a los hijos de los hombres». Todas sus correcciones son enviadas con amor, para purificarte y acercarte más a Él. Sin duda, te ayudará a soportar la disciplina con resignación si eres capaz de reconocer la mano de tu Padre. Porque «el Señor a quien ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos». «No murmuréis, como algunos de ellos murmuraron y fueron destruidos por el destructor».
Morning
C. H. Spurgeon
 
¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! —Salmo 139:17.
 
La omnisciencia divina no ofrece consuelo a la mente impía, pero al hijo de Dios rebosa de consuelo. Dios siempre piensa en nosotros, nunca aparta su mente de nosotros, siempre nos tiene ante sus ojos; y esto es precisamente lo que deseamos, pues sería terrible existir ni un instante fuera de la observación de nuestro Padre celestial. Sus pensamientos son siempre tiernos, amorosos, sabios, prudentes, trascendentales, y nos traen innumerables beneficios; por eso es un deleite recordarlos. El Señor siempre pensó en su pueblo: de ahí su elección y el pacto de gracia por el cual se asegura su salvación; siempre pensará en ellos: de ahí su perseverancia final, por la cual serán llevados seguros a su descanso final. En todos nuestros peregrinajes, la mirada vigilante del Vigilante Eterno está siempre fija en nosotros; nunca nos apartamos de la mirada del Pastor. En nuestras penas, Él nos observa incesantemente, y no se le escapa ni una sola punzada; en nuestras fatigas, Él nota todo nuestro cansancio y escribe en su libro todas las luchas de sus fieles. Estos pensamientos del Señor nos envuelven en todos nuestros caminos y penetran en lo más profundo de nuestro ser. Ningún nervio ni tejido, válvula ni vaso de nuestro organismo queda desatendido; el gran Dios piensa en cada detalle de nuestro pequeño mundo.


 Querido lector, ¿es esto valioso para ti? Entonces, aférrate a ello. Nunca te dejes engañar por esos necios filósofos que predican un Dios impersonal y hablan de una materia autoexistente y autónoma. El Señor vive y piensa en nosotros; esta es una verdad demasiado preciosa como para que la ignoremos a la ligera. La atención de un noble es tan valiosa que quien la posee considera su fortuna hecha; pero ¿qué es lo que debe pensar el Rey de reyes? Si el Señor piensa en nosotros, todo está bien, y podemos regocijarnos eternamente.
Evening
Evening
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